La Argentina es rica en madera, un producto alrededor del cual funciona un nutrido ecosistema empresarial: desde la madera propia del clima subtropical húmedo, que se origina en la selva misionera y tucumano boliviana, hasta la que es propia del clima más cálido y nace en el parque chaqueño, pasando por la típica de los fríos bosques andinos patagónicos. Esta diversidad aprovisiona a una industria maderera de larga data en el país, que hoy hace equilibrio entre el alto potencial productivo y la caída de ventas en el mercado interno, al que se destina el 95% de la producción.
Se trata de un sector que está compuesto por 5997 empresas registradas, de las cuales 98,7% son pymes. Mueve una facturación anual de US$4900 millones. En materia de empleo, genera 41.977 puestos de trabajo directos formales, lo que representa 3,5% del empleo industrial argentino. Si a esta cifra se le suman los servicios conexos, ya hay que hablar de otros 68.700 puestos de trabajo formales indirectos vinculados al rubro de la industria forestal.
Tal como explica Pedro Reyna, presidente de la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (Faima), el sector abarca, por un lado, lo que va a exportación, que es el segmento de aserrado y cepillado: la madera simplemente aserrada, los troncos que luego son procesados en el exterior y las molduras; mientras que por el otro lado está lo destinado al mercado doméstico: los tableros para hacer muebles, los muebles terminados, las puertas y las ventanas y diversos objetos menores.
En lo que respecta a exportaciones, según cuenta Daniel Lassalle, gerente comercial de la Cadamda (una de las 28 cámaras que integran Faima), hubo un impulso en el último año, pero eso solo representa 5% de la producción.
El mercado interno, que capta 95% de lo producido, sufre los embates de una macroeconomía complicada. «Si tengo que enumerar los principales obstáculos que enfrentamos acá, mencionaría las altísimas tasas de interés para créditos, los descuentos de cheques, los servicios dolarizados y la descomunal inflación», dice Lassalle.
Reyna afirma que la industria arrastra grandes dificultades, con fábricas que están trabajando al 50% de su capacidad instalada. «Cuando tenés una tasa de interés de la magnitud de la de hace un mes, no hay financiación para que la gente compre nuestros productos y eso pega directo en el consumo. En medio de una recesión general, lo único que existe es el Ahora 12. Por eso las ventas están muy bajas», explica el directivo.
En cuestión de equipamiento, Reyna comenta que la industria hoy muestra un punto intermedio, ya que tiene muchas máquinas que adquirió en los años 90. «Pero hay un gran desaliento para invertir en nueva tecnología, porque la presión tributaria es muy alta», destaca.
En tanto, Román Queiroz, socio propietario de la fábrica de terciados y fenólicos Coama Sud América, instalada en Eldorado, Misiones, señala que el sector de la madera es muy heterogéneo y, por lo tanto, exhibe realidades diferentes. «La primera transformación de la madera tiene algunos negocios de exportación, con números muy finos porque el dólar está estable y la inflación continúa. Pensamos que por dos o tres meses eso se puede sostener, pero más de eso no. Hay otros sectores, como el de tableros de maderas compensadas o muebles de oficina y de cocina, que tienen problemas por la caída del consumo y por el ingreso de productos importados», relata el empresario.
Con una caída de 8,7% en la producción y de 10% en las ventas en todo 2019, el desafío, según afirman los especialistas, no es solo superar esta crisis cambiaria y de deterioro de la macroeconomía, sino que es importante que, en paralelo, se muestre de forma contundente una estrategia de política industrial de mediano y largo plazo, que aporte un marco menos propenso a los efectos de los ciclos económicos. Y que allí se contemplen aspectos fiscales y energéticos, de administración del comercio y de estímulos a la inversión.
Al observar que en 2019 las exportaciones de madera aserrada, de tableros y de manufacturas de madera crecieron 50,7% en volumen y 30,6% en facturación, surge la pregunta: ¿por qué no hay más exportación que ese exiguo 5% de la producción? La explicación está en la composición del entramado empresarial: al haber una gran mayoría de pequeñas y medianas empresas, es muy difícil llevar a cabo la inversión que requiere investigar mercados, participar en exposiciones y hacer publicidad en el extranjero.
En esa realidad, quienes están en el sector ven una luz para apostar a la innovación y a nuevas tecnologías. Facundo Brea, gerente general para la Argentina de LP Building Solutions, cuenta que, gracias a las innovaciones tecnológicas en construcción seca, ésta se convirtió en una opción, tras el derribo de antiguos paradigmas asociados con la construcción en seco.
Brea vislumbra en esto una oportunidad, ya que la construcción seca podría reemplazar a la húmeda (que se hace con ladrillos, arena y cemento). «Un punto interesante es que la nueva generación de materiales inteligentes logra una eficiencia energética que reduce costos. Además, ofrecen una mayor flexibilidad de diseño», destaca.
Lassalle, por su parte, enfatiza que, al margen de las dificultades evidentes por las que atraviesa, el sector maderero tracciona constantemente en el desarrollo de nuevos negocios con alto valor agregado, como la innovación con materiales de nueva generación y la construcción de viviendas.
Por: Carlos Manzoni en diario La Nación